Vanessa I. Larios Robles
¿De qué es capaz un cuerpo? Parece que no lo sabemos, que todavía no hemos llegado a las fronteras de sus posibilidades. Las posibilidades del cuerpo humano no podrían ser infinitas, nos limita nuestra propia naturaleza, pero ¿conocemos esos límites? ¿puede la filosofía o la ciencia actual nombrar con precisión lo que puede o lo que no puede hacer un cuerpo? Los límites del cuerpo no son estáticos, se estiran con el tiempo, evolucionan con la historia. Poder avanzar más allá de estas fronteras denota un poder que pocos poseen. Se requiere una dura disciplina para vislumbrar las posibilidades extraordinarias del cuerpo.
A diferencia de otros tiempos, la filosofía continental del siglo XX pensó y miró al cuerpo desde una perspectiva distinta a la que se tenía del cuerpo siglos anteriores de ser la cárcel del alma o el lugar del deseo o el instrumento del espíritu; ya desde principios de siglo, el dualismo alma-cuerpo comenzaba a desvanecerse o, al menos, ya no se consideraba que el cuerpo fuera inferior o un mero objeto, sino que se concebía como el propio sujeto de la percepción. Se pasó del “tengo un cuerpo” al “soy mi cuerpo”. Este cambio de paradigma volcó la mirada hacia las posibilidades del cuerpo desde un punto de vista fenomenológico, es decir, sobre cómo se percibe y experimenta el mundo a partir de un cuerpo que, al mismo tiempo se experimenta a sí mismo.
La fenomenología, y en especial la francesa, le concedió al cuerpo no solo la capacidad de percibir el exterior, es decir, el mundo; sino sobre todo la capacidad de auto-percibirse, a saber, el cuerpo entendido como cuerpo-sujeto capaz de percibirse a sí mismo. Esto significó, en su momento, la encarnación de la conciencia. O, en otras palabras, la no-dualidad mente-cuerpo.
Esta perspectiva filosófica hizo eco en otras áreas de la vida, y a través del tiempo hemos sido testigos de un despliegue de atención al cuerpo que impregna todos los ámbitos: socioculturales, políticos, artísticos, deportivos, médicos, etc. La cultura globalizada actual le ha dado al cuerpo una importancia ya casi exagerada que ha ido cambiando la forma de comprender ese cuerpo-sujeto; vivimos incluso en un ambiente de exacerbado cuidado al cuerpo. Y en esta cultura, el yoga -también globalizado- juega un papel fundamental.
Las nuevas tradiciones de yoga postural han mostrado, desde su nacimiento, un profundo interés por desarrollar las potencialidades del cuerpo. La notable predominancia de las āsanas en el yoga contemporáneo es prueba de ello. Como dice Mark Singleton en varios de sus trabajos: el yoga moderno y globalizado se ha convertido en sinónimo de hacer āsana, y es verdad. Esto ha llamado la atención de los especialistas debido a que nunca antes este aspecto del yoga, a saber, las posturas, habían sido tan importantes y mucho menos el centro de la práctica yóguica, ni siquiera desde la visión del hathayoga.
Los principales gurús del yoga postural moderno como Krishnamacharya y sus reconocidos alumnos como B.K.S. Iyengar y Pattabhi Jois tomaron la parte física del hathayoga y la mezclaron con disciplinas corporales occidentales para crear secuencias de movimiento sistematizadas que contienen además, otros elementos yóguicos como prānāyāmas, mudrās, bandhas, y naturalmente, elementos espirituales y filosóficos provenientes del yoga clásico de Patāñjali. Este nuevo sistema de yoga tiene el claro propósito de posicionarse como una disciplina que va más allá del ejercicio físico a pesar de concentrarse, paradójicamente, en los āsanas.
¿Estamos frente a una incongruencia?, ¿son los āsanas meramente ejercicio físico? ¿O es que acaso puede la espiritualidad mostrarse a través de las capacidades del cuerpo? ¿significa que un cuerpo disciplinado en āsanas es más espiritual? Los practicantes de yoga postural coinciden muchas veces en afrimar que los āsanas no pueden ser igualadas a ejercicio gimnástico o calistenia, sino que de hecho, el yoga actual se vive como espiritual en la medida en la que el cuerpo es capaz de hacer āsanas, y parece que mientras más complejas, mejor. No obstante, esto no es una crítica. Mi propuesta no es señalar el yoga postural moderno como algo completamente ajeno a su linaje indio, ni como la banalización absoluta del yoga clásico. Ciertamente, es algo muy distinto, no hay duda. Pero, ¿por qué no pensarlo como una re-interpretación del yoga? ¿no sería un movimiento natural comprender el yoga actual globalizado como un sistema donde el cuerpo es el actor principal? En este caso, el cuerpo ya no es únicamente el instrumento que sirve de apoyo para liberar la mente de las ataduras de la percepción. El cuerpo es ahora concebido como el sujeto que actúa, es el cuerpo yóguico, que en sí mismo es capaz de desarrollar una espiritualidad que proviene de la destreza de hacer āsanas.
El practicante contemporáneo de yoga no usa su cuerpo sólo como un puente o instrumento entre el mundo exterior y el interior sino que se aprecia a sí mismo en medio del devenir de esos opuestos: el cuerpo haciendo āsanas representa la inmanencia de la vida porque es el cuerpo puesto en una postura, la cual requiere esfuerzo, equilibrio, concentración, conocimiento de movimientos sutiles, internos, presencia, que colocan al practicante justo en el centro de la experiencia; pero al mismo tiempo la práctica yóguica pretende ir más allá de eso físico y tocar las esferas espirituales.
En la realización de las āsanas ocurre lo único que podemos constatar: nuestro ser en movimiento, un movimiento a veces estático, suave, lento; otras veces, fuerte y fluido como el sudor que escurre por la piel en una buena práctica. En esta simplicidad caben verdades profundas. Probablemente, la mayoría de los practicantes contemporáneos no son conscientes de todo lo que puede transformarse y ocurrir dentro de una sesión de posturas, pero lo que puede percibirse en los estudios de yoga contemporáneos es la pretensión de que el cuerpo conduzca a estados espirituales, entendidos éstos como la trascendencia de ese cuerpo físico. La intención es, que a través de las āsanas, el cuerpo se trascienda a sí mismo, que rebase sus propios límites. Por eso, la complejidad de las āsanas no es simplemente un accesorio. La maestría en la ejecución de āsanas muestra la capacidad del cuerpo de trascender su propia naturaleza.
Stuart Ray en su texto Reclaming the Spirit through the Body, (Recuperando el Espíritu a través del Cuerpo) nos dice que los practicantes contemporáneos de yoga están buscando un marco filosófico coherente donde puedan situar su experiencia física e iniciar una nueva página en la historia del yoga. Esta nueva historia del yoga, que es ya globalizada y entremezclada con un montón de elementos occidentales mantiene un halo de misticismo y religiosidad indias del que los nuevos practicantes quieren agarrarse con fuerza. Entonces, el panorama del yoga contemporáneo es que los āsanas podrían concebirse como espirituales y que su práctica constante conduce a estados de conciencia más elevados mientras más se conocen y dominan.
Entonces, ¿es el yoga postural moderno vivido como una “espiritualidad corporal”? ¿Qué características tienen las posturas para ser consideradas algo más que movimientos físicos? ¿son las posturas practicadas como el anhelo de unir las máximas capacidades del cuerpo como signo de desarrollo espiritual? Parece que, al menos en México y en un gran porcentaje de practicantes de yoga, es así, es decir, que el yoga se vive espiritualmente pero no es una espiritualidad que se experimente a través del ritual, del intelecto o de la meditación, sino precisamente a través de los āsanas.
Los āsanas conforman ahora el centro de la devoción, de bhakti. Naturalmente, esto no aplica a todos los practicantes de yoga, tal vez sigue siendo predominante la búsqueda de salud o el equilibrio mental, pero una nueva corriente se avecina cada vez con más fuerza y es ésta en la que el control máximo del cuerpo demostrado en la realización de āsanas muy complejas representa una práctica devocional. El āsana es vista como un servicio, la disciplina y el esfuerzo que conllevan es la ofrenda. Esta es la enseñanza que transmiten algunos de los maestros actuales más representativos del yoga postural.
En conclusión, estamos frente a una reinterpretación del yoga postural moderno. Está claro que los āsanas ocuparon un lugar preponderante a comienzos del siglo XX, lo cual dio lugar a una nueva manera de comprender y practicar el yoga. A lo largo de todo este siglo, el yoga tuvo, como todo, un proceso de globalización que lo acercó demasiado a las prácticas con fines meramente físicos o enfocados a la salud y lo alejó, al mismo tiempo, de las prácticas con fines estrictamente espirituales. El yoga se convirtió entonces en una práctica sistematizada de āsanas con la aparición esporádica de algunos otros elementos yóguicos. El yoga postural moderno parecía perderse en la inmensidad del consumo y en el imperio de la idolatría al cuerpo, al grado de ser considerado un negocio multimillonario que no tiene nada que ver, salvo el nombre, con el yoga clásico de Patāñjali, ni con las prácticas hathayóguicas. Entonces, ¿qué es aquello que practicamos hoy millones de personas alrededor del mundo y llaman yoga? ¿ha perdurado a través del tiempo, una especie de esencia del yoga que mantiene viva la flama de lo que fue en tiempos antiguos? Si existiese algo así como tal esencia del yoga sería una combinación de devoción, renuncia, disciplina, control, ética, psicología, espiritualidad y modo de vida, sólo que ahora manifestado a través de las posibilidades del cuerpo, es decir, en la realización de āsanas, cuyos límites no están trazados aún pues parecen ampliarse cada vez más, ya que mientras más complejas son más control, renuncia, devoción, disciplina, etc, demuestran, o sea, más yóguicas pretenden ser. La meta por alcanzar es rebasar los límites del cuerpo que nos impone la naturaleza, pero no para ser un contorsionista sino para ser más espiritual. Alguien que ha dominado su cuerpo con la práctica de āsanas es considerado entonces un yogui. Lejos de que los āsanas banalicen el yoga le están dando un nuevo giro. Las capacidades del cuerpo llevadas al extremo en las posturas son la ofrenda y también son el camino espiritual que el practicante contemporáneo desea adoptar. Podemos decir entonces, que esta reinterpretación del yoga postural moderno apunta a la idea de que la espiritualidad puede desarrollarse en la destreza del cuerpo haciendo āsanas.